Piedra Laja- Genoy Nariño

domingo, 10 de octubre de 2010

A MIS AMIGOS LES ADEUDO....




Existen revelaciones que se van dando a medida que vamos caminando por la vida, revelaciones de amor y de amistad que engrandecen nuestro espíritu y que solo logramos valorar cuando nuestro “compañero” el tiempo ha hecho de las suyas con nuestros destinos y los de aquellos que un día fueron nuestros mejores amigos.




Que sería de la vida de los que jugaban conmigo a las escondidas cuando niños? con los que corríamos a ocultarnos después de pegar cintas a los timbres cuando se iba la luz; de los que bailábamos hasta el cansancio en las novenas; de los que jugábamos con arena, de aquellos que organizaban fiestas y hacían las invitaciones en servilletas; de aquellos que solo exigían una sonrisa a las mujeres para que fueran sus parejas, de aquellos amigos que nos daban esquelas con hermosos mensajes de amor, de los que llenaban nuestras carteras con credenciales, de aquellos que entrelazaban nuestras manos para bailar un bolero o un vallenato…que sería de sus vidas?


Son muchas las personas que han pasado por nuestro transitar y que en realidad merecerían un reconocimiento especial, pero lamentablemente, muchos de ellos se han perdido en los pasajes de sus propias confusiones y en el olvido de los nuestros. Es una verdadera lástima que al día de hoy en muchos de ellos ya no reconocemos las miradas y las risas que fueron nuestras aliadas de entonces.






Mi memoria de hoy, me permite hacer un recuento de algunas de las épocas que han dejado huella en mi vida con sus respectivos personajes y protagonistas, pero, y también a causa de mi memoria, muchas de las personas de aquellos “ires y venires” se me escapan.

Conocí a un niño muy especial, solo un poco mayor que yo, me esperaba a la salida de casa y me acompañaba al colegio, siempre tenía palabras tiernas y coquetas para mi, aun cuando solo éramos unos niños. Al salir de clases, mi mirada lo buscaba en el camino de regreso y él, ahí estaba. Creo sentir su compañía cuando salía a pasear en mi triciclo azul (el mismo color que fue mi cuna) llevando el manubrio, me transportaba por un mundo para mi gigante, pero que no pasaba de ser la acera de la manzana de la casa, a la velocidad que sus pies lograban ganarle a los pedales. Entendí entonces que un gran sentimiento nos uniría para siempre; en casa le decían Mono Yado. Ha pasado el tiempo y hasta nuestros días siento el mismo aroma cálido de su cariño cuando nos encontramos.

Aquel tesoro invaluable que es la amistad, lo conocí también a través de una gran persona, nos hicimos amigas en la adolescencia, al parecer nada en común nos unía, nunca estudiamos en el mismo colegio, ni tan siquiera compartíamos los juegos, fue quizá esa gran alquimia de antagonismos que nos empezó a juntar sin darnos cuenta.


Mi negra, se convirtió en una extensión de mi persona, mi cómplice y todos sus sinónimos posibles: mi encubridora, mi secuaz, mi compinche; ríe conmigo en mis alegrías, llora con mis desventuras, es la persona más dulce y tierna que ha acompañado mi vida estos tantos años, leal, sincera y cálida, me entiende más de lo que yo misma me entiendo.


Una gran fuerza de amor une nuestras vidas y nuestros corazones y aun cuando el tiempo, la distancia, nuestras propias y personales ocupaciones han puesto tierra de por medio, este gran sentimiento permanece indeleble y creo que así será, sin temor a equivocarme, hasta que la muerte nos separe.

No puedo quejarme por falta de amor o de amistad, por falta de cariño, sinceridad y aprecio, son innumerables las muestras de afecto que en mi vida he encontrado, cada persona, en cada época ha tenido un trascendente significado, el cual espero revelar a medida que me acompañen en este compartir de mis relatos…