Piedra Laja- Genoy Nariño

sábado, 10 de abril de 2010

¡CARRERA DE PUERCO!

CARRERA DE PUERCO!!

Pareciera ser que mis relatos fueran retomados de la fantasía y la imaginación; de alguna manera puedo decir que lo son, porque formaron parte de esa imaginación y de esa fantasía que viví en mi niñez. Paisajes, momentos, personajes, todos estos sucesos de la infancia coloreados por la memoria…todo se recuerda más luminoso…más grande… Mi papito acostumbraba a caminar muchísimo y nos guste o no, le acompañábamos en sus grandes caminatas, (es curioso entender cómo podía disgustarnos algo tan lindo como eso), de un lado tomaba la mano de mi mami, y del otro lado la de mi hermana mayor, con quienes ya se podía entablar conversaciones de grandes, porque ya eran señoras casadas, y atrás en la cola todo el resto del rondador. ¿Han visto los que venden paticos en la calle? Adelante van los papás y atrás en hilera los patitos, algo parecido era con nosotros, con la diferencia, que mi hermana menor y yo teníamos que ir adelante, donde nos pudieran mirar, no vaya a ser que en un descuido, los coleccionistas de tesoros se apoderen de nuestra niñez. Entre tanto mis hermanas y hermanos, atrás en un solo cuchicheo y carcajadas hacían gala de la independencia que les daba el poseer unos que otros años de mas. En el camino recogíamos toda clase de cosas, y las guardábamos en los bolsillos: piedritas, pedazos de vidrios de colores, hojas de diferentes plantas, y no faltaba el ramo de flores (le llamábamos flores de mote, no sé cuál sea su verdadero nombre) de esas que se crían en la hierba y son redondas como copitos de algodón; adornábamos el ramillete con algunas flores amarillas, también silvestres, que crecen en el filo de algunas aceras (diente de león), empuñando nuestro ramillete se lo ofrecíamos a mi mami y la pobre tenía que andar todo el camino con los ramos en la mano, y estar atenta porque nuestras miradas de tanto en tanto regresaban a verificar si tan honroso presente era debidamente custodiado; espantando los bichos habitantes de las flores, con una sonrisa, mi mami nos agradecía el hermoso obsequio. Otra de las cosas que siempre buscábamos al caminar, era un palito, que guarde cierta estética y dimensiones acordes a nuestras exigencias, dadas sus múltiples utilidades, éste nos serviría de bastón, de espada, de desarmador de hormigueros, de espanta-bichos… pero el uso principal del tal palito, era el de rascarle la panza a los puerquitos que encontrábamos en el camino. Ya les explico...


Por lo general, en el trayecto se encontraba amarrados en una estaca a nuestros amigos los cerdos, a mí, siempre me pareció que ellos eran unos animalitos felices, porque su expresión es de una constante sonrisa, por esa razón nunca les tuve miedo, mi papá nos enseño que con el mencionado palito les rascáramos la barriga y éstos por más grandes que fueran se quedaban quietos del gusto hasta que sus patas se empezaban a aflojar y caían echados de un lado, sin cambiar la expresión de satisfacción de sus rostros, lejos están los pobres de saberse invitados especiales a una buena chicharronada. No podía faltar entonces la anécdota correspondiente a este aprendizaje, un día de aquellos en los que repetíamos la labor con el palito, uno de ellos no estaba con tan buenas pulgas como los que conocimos en otras oportunidades, y al parecer no le causó ni cinco de gracia que le fuéramos a importunar rascándole nada, y enojado como estaba (con la misma sonrisa hipócrita de siempre) se soltó de la estaca y fue a por nosotros, mi hermana menor alcanzó a saltar a los brazos de mi mami, otra suerte tuvimos mi hermana mayor y yo, quienes tomadas de la mano echamos a correr presas del pánico pensando que la chicharronada para el puerco seríamos nosotros, todo el mundo trataba de atajar a la bestia embravecida, yo volteaba a ver para saber si tenía que detenerme o correr más a prisa, y veía como las orejas de animalejo, ondeaban en la carrera cual blonda cabellera al viento, no se por cuánto tiempo, ni qué distancia corrimos, recuerdo que fue mucho, hasta que alguien nos abrió una puerta y nos hizo entrar a la casa mientras afuera la gente gritaba y corría detrás del abusador, nuestras expresiones debieron ser de horror, porque con un vasito de agua nos calmaron, hasta que llegó mi papá para recuperar de nosotros lo que quedara, con una sonrisa burlesca, agradeció a quienes nos auxiliaron. Y regresamos a casa entre las risas y las burlas de mis hermanos, por miedosas y flojas. Sabe Dios cuántos años he tenido que soportar las bromas de mi familia a costa de mi “incontable sufrimiento”.

1 comentario:

  1. Todavia me estoy riendo!!! Esto parece un Macondo para cualquier despreocupado lector pero asi fue nuestra infancia entre tanta anegdota y la figuara de mi papito y mi mami liderando toda la magica realidad de esa epoca. Hoy que tengo mi propio jardin batallo cada primavera por erradicar las "flores silvestres" que otrora fueran los ramilletes para mi mama y me esfuezo tremendamente en mantener un perfecto "green" como cancha de golf y un durazno que si los vientos de abril nos dejan nos dara 65 dulces duraznos. Que pena que la distancia no nos deja ni eso compartir, pero sigo las recetas caceras para hacer de mis fresas, blueberries, blackberries, arandanos algo que aunque no es de Colombia sepa a Colombia como yo, erradicada.

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