Piedra Laja- Genoy Nariño

lunes, 7 de junio de 2010

REENCUENTRO

Por hoy, queridos amigos y lectores quisiera compartir un texto que se publicó en un diario local en mi adorada ciudad con motivo de un anivesario mas de graduadas de la secundaria. Sin mas dilaciones comenzaré...



Hoy me siento afortunada al reencontrar en cada una de mis compañeras de colegio una etapa amada, añorada y nunca olvidada. Desearía recrear todos los momentos que hace mas de 25 años permanecen en mi memoria, cada sonrisa, cada llanto, cada travesura, cada rostro transporta mi alma a mi amado Liceo de la Merced Centro. Creo que puedo ser una vocera de las evocaciones que llegan a cada una de nosotras, tan solo con recordar nuestra niñez en compañía de La Hermana Floralba, la rectora, quien en procura de mantener el orden, y la uniformidad de su colegio revisaba que no llegue alumna sin delantal y mucho menos sin firmar la lista de deberes; ni hablar de la señorita Ana Lucia quien subida en sus enormes plataformas cumplía con lujo de detalles tal tarea en la puerta del salón.



Vienen a mi memoria, las campanadas que anunciaban el tan anhelado recreo y al que en estampida salíamos para poder alcanzar el mejor puesto, ya en la tienda, ya en los peleados columpios; era a estas horas, cuando se podía ver quiénes de las compañeras habían transgredido las reglas del juego y se les castigaba arriba, en el corredor, mirando hacia la pared, escuchando los gritos y juegos de quienes si cumplíamos con todas las labores encomendadas.



No podemos olvidar el santo rosario los miércoles, el que con tanta devoción parecía que rezábamos, mas pensando en la clase que habíamos perdido que en lo que éstas oraciones nos podrían hacer alcanzar el paraíso…..pero que mejor paraíso que esa bella época en la que nuestra única obligación era ser felices y estudiar? Bastaba tan poco para ser felices: participar en las misiones con la hermana Teresa y las famosas pescas milagrosas, atando un cordel a una canasta la que se lanzaba desde el corredor hacia el patio donde por algún dinero se pagaba una que otra sorpresa; en el coro con sor Celina de la Dolorosa, quien antes de comenzar el ensayo nos encomendaba a Santa Lucía, la pobre Santa creo que no tenía otra alternativa que protegernos por la manera autoritaria que le exigía la estricta reverenda, con la hermana Olga aprender costura, la ingenua hermana no se daba cuenta de la tertulia en la que se había convertido el costurero; ayudar de vez en cuando en el dispensario, aprendernos absolutamente todas las estrofas del himno y rezar para que no nos tocara en suerte recitarlas frente a tan numeroso público; llegar a tiempo a formar filas en el patio antes de entrar a clase y que el botón de la camisa mantuviera cubierto cualquier intento de mostrar el cuello, ayudar a la señorita Rosita a llevar de la mano a las niñas de kínder hacia el transporte y por supuesto hacer todas las tareas y estudiar las lecciones.



Y así, hasta que no hicimos “grandes” y entramos a Bachillerato, a nuestro bien amado Liceo de la Merced Maridiaz. Para entonces, el bendito botón de la camisa ya se podía abrir; en los patios, el recreo era menos congestionado porque extensos prados nos servían de playa de veraneo y bronceo, aunque no olvido, que la hermanita que cuidaba el museo del colegio, con un bastón, nos bajaba el uniforme y nos pedía decencia en el recinto, y las barras en las que como monos de circo trepábamos con una facilidad que hoy por hoy me asombra. Pero no todo era juego, había momentos de seriedad, en que acompañados por Clarita, nuestra profesora de Sociales y geografía conocimos los limites de nuestros territorios, con Mariacruz, aprendimos un poco de perspectiva en el dibujo, Melbita que nos hacia filosofar, el Luchito con su trigonometría y sus chistes flojos nos hacía temblar, nuestro serio y muy señor profesor Argoti con sus exámenes sorpresa para sacar 1 o 10, no había términos medios, el adorado químico que a más de una compañera arrebato uno que otro suspiro, Floralba, con sus ensaladas y sus platillos en francés, los Aizaga padres e hijos, dueños y señores de la educación física del colegio y sus benditos saltos en vallas y en el burro, pretendiendo que en un futuro seamos gimnastas profesionales; no podemos dejar a un lado el famoso lema de la Hermana Rosa Adela “Me nesheshitas te nesheshito” cuya particular pronunciación siempre acompaño estas palabras.



En fin, son muchas las cosas que aún quedan sin escribir de todo lo vivido, porque no se puede resumir en un corto texto las hermosas vivencias de nuestra vida en el colegio; cada día era una nueva experiencia. Reunirnos después de 25 años de graduadas, fortaleció nuestros vínculos como familia Franciscana, orgullosas de serlo, de haber compartido juntas estudios, juegos, alegría y llantos. Quiera el creador de nuestras vidas y acontecimientos, que éstos vínculos permanezcan incólumes durante el resto de nuestras vidas y así, con cada reencuentro volver a ser las niñas y adolescentes que llevamos guardadas en nuestros corazones.

2 comentarios:

  1. Te felicito!!! por tu blog sigue escribiendo, realmente de las cosas bellas que tiene la vida expresar esos sentimientos y los recuerdos que llevamos en el corazon!!!

    Maria del Pilar

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  2. Funchita preciosa... gracias por recordarnos tan lindos momentos... Felicitaciones...!!! tienes una supermemoria!!! yo, no me acordaba de los nombres de las profes y hermanas con tanta precisión. TE QUIERO MONTONES!!! Las fotos son geniales!!!

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