Piedra Laja- Genoy Nariño

sábado, 11 de febrero de 2012

MIS AMIGAS “LAS ARTES”

Ya suma casi un año desde la muerte de mi gran maestro Javier Fajardo y el recordarlo a él, hace que vengan a mí, remembranzas de lo que fue y ha sido la música y en general el arte en mi vida.

Como ya  he narrado en otras ocasiones desde muy pequeña me gustó el canto y aun cuando a mi papá le gustaba escucharme, nunca hizo nada para educar adecuadamente este don, de tal manera que se quedó solo en afición.



Pero retrotrayendo algunos recuerdos a mi mente, el teatro fue otro de mis pasatiempos; cuando niña, me gustaba con  amigas y amigos del barrio y por supuesto mi hermana, representar algunas canciones que por entonces eran de moda. Un tema en particular captaba nuestra atención, en el que se narraba la historia de Al Capone y Chicago… “una noche de veraaaaano, cuando la ciudad murioooo”, cada frase de la canción, daba cuenta de nuestra gran imaginación, con atuendos y armadas hasta los dientes cual gánster de la época, repartíamos bala al son de la música, “uno a uno iban cayendo”,  nuestros amigos como pájaros dados con cauchera  se tiraban al piso convulsionando y haciendo de la escena algo realmente dramático.  Después de semejante balacera y totalmente exhaustos de haber sobrevivido indemnes a tal  tragedia, levantábamos toda la tramoya y salíamos a por nuevas aventuras.



Quizá estas, pequeñas representaciones fueron las que me inspiraron para asociarme ya de adulta a la compañía de teatro Aleph quienes iniciaban su proceso de legalización como sala concertada proceso al que orgullosamente pude aportar  mi granito de arena para  tales gestiones en su momento.  Grandes amigos que llevaré siempre en mi alma hice por aquel entonces: José Alberto, Kunda, Diana, Mario, Marisol, Baldomero, Mercedes, Leydi, el profe Mote y otros más nos reuníamos religiosamente en la sala Bertolt  Brecht de la Universidad de Nariño  para ensayar, departir y tertuliar.




Como era de suponer, a mi familia no le hacía mucha gracia mi vinculación; sin embargo para no frustrar una vez mas mis aspiraciones histriónicas me dieron su apoyo pidiéndome les invite al estreno de la obra.  Si bien a mi padre le gustaba la buena música, he de confesarles que el teatro nunca fue de sus afectos entre otras cosas y por extraño que parezca, era de las pocas artes cuyo conocimiento escapaba a su poder y si he de serles sincera, al resto de mi familia también.  Pese a ello, todos asistieron al estreno de la obra denominada “Camerata del Tiempo Perdido” una labor, cuyo montaje costó mucho esfuerzo, no solo por parte de los artistas sino también del director, además del trabajo que implicaba abrirse camino teatral en un ambiente por aquel entonces un poco reticente a este tipo de artes.  La obra fue todo un éxito, los entendidos en la materia nos felicitaron y sugirieron algunos cambios para posteriores presentaciones, la temporada tuvo una gran acogida y exhibimos la función  en varios teatros de la ciudad. Como era de esperarse, mi familia no entendió ni pío y fui presa de sus burlas durante años, hasta nuestros días, esto no me arredró y continué por algún tiempo más en la compañía, sin embargo lo que no pudo hacer el “conglomerado Patiño” lo hizo una sola persona; al poco tiempo me casé y mi esposo no quiso ni saber ni oír de mis actividades teatrales, por tanto,  en aras del amor y la convivencia pacífica dejé a un lado una vez mas mis pretensiones artísticas.