Piedra Laja- Genoy Nariño

sábado, 17 de abril de 2010

VACACIONES DE ENSUEÑO

Cuando llegaba la temporada de vacaciones del colegio, en los meses de julio y agosto, nuestros padres planificaban cuál sería nuestro destino. Algunas temporadas las pasábamos con mis primos, en su finca, hacia el norte de nuestra región (exquisitas vacaciones que luego les narraré) y otras veces donde el resto de la parentela, en un municipio ubicado al occidente del departamento de Nariño llamado Consacá, para que se hagan una idea, el ensoñador lugar, se extiende desde las faldas de nuestro bien-amado volcán Galeras hasta el cañón del rio Güáitara a unos cincuenta kilómetros de la ciudad que me vio nacer, Pasto.



[Vista de Consaca - Foto renixco-]

Por entonces, la única manera de acceder a tan bellos y naturales parajes era un transporte por demás sui-generis llamado chiva, el que servía de “exportación e importación” a toda clase de artículos y personas; no había posibilidades de palcos para las “gentes de bien”, todos formábamos parte de la misma carga, con suerte, podíamos encontrar asientos tapizados con lona roja y acolchados con una incipiente espuma de un centímetro, tachonados en sus bordes con “chinches” (de esos ganchos de cabeza dorada que se usan en tapicería), otros pasajeros en cambio, compartían sus sentaderas con los bultos de papa y yuca que se llevaba desde o hacia el mercado, abrazando ya su cerdo, ya su oveja, ya su gallina o en el mejor de los casos su mascota perruna cuya raza era imposible de descifrar dada la libertad “sexual” con la que cuentan estos fieles compañeritos en el campo.



[Iglesia de Consacá]

Había que madrugar a las cuatro de la mañana para alcanzar el carro que nos llevaría de paseo. Una vez llegados al pueblo, un tío de mi mami, mandaba caballos hasta la plaza donde descargaba la chiva y de ahí en adelante los mansos jamelgos conocedores de la ruta hacia la vereda, muy despacio y calmadamente nos llevaban en sus cansados lomos hasta Paltapamba, una hermosa vereda confeccionada a base de grandes plantaciones de café, plátano y cuanto producto engendre la tierra caliente. Una casa campesina nos esperaba con la calidez de una tulpa humeante en una cocina inmensa y oscura, sentada a un lado, la amable mujer del que llamábamos a boca llena, el Tío Julio, desgranando unos choclos para hacernos la “poliadiata”. No acabábamos de descargar nuestro menaje, cuando a nuestro encuentro salía el resto de la familia incluido los infaltables perros de las mismas razas desconocidas de la que fueran nuestros acompañantes en el viaje.


Los días pasaban muy a prisa en el campo, el tío empezaba su jornada y partía muy temprano en la mañana. En tanto que mis dos hermanas mayores bajaban al pueblo a encontrarse con los amigos, mi hermana menor y yo alistábamos nuestros trajes para bañarnos con una manguera que proporcionaba agua al beneficiadero. Según decían, venia del “mismísimo” volcán, debió ser de alguna montaña cercana porque en realidad se podía ver y sentir su frescura y pureza (era muy clara y helada) pero para nosotros como veraneantes era algo único y excepcional, pasábamos el día jugando entre los cafetales, quitándole el tiempo al buen mayordomo, quien en noches estrelladas acompañadas de un montón de luciérnagas nos deleitaba con melodiosas canciones extraídas de un instrumento nunca antes visto: una peineta y una hojita. No podían faltar las historias de miedo de las que nunca fui amiga, pero había que mostrar fuerzas de flaqueza y madurez para escucharlas, total y por fortuna todas dormiríamos juntas para acompañar nuestros temores.


[Casa del tio Julio Paltapamba]


A la mañana siguiente teníamos que ir al pueblo para recoger la encomienda que mi mami nos enviaba: obsequios para los tíos y muchas golosinas para la semana. Todo lo compartíamos, pero había algo que escondíamos de manera celosa y egoísta; eran los “masmelos” que guardábamos para llevarlos luego a un descampado oculto a los ojos de los demás visitantes, en complicidad con una de mis hermanas mayores, prendíamos una fogata con hierba seca y algunas ramas y en unos palitos de los mismos arboles que nos servía de escondite y refugio, hacíamos deliciosos malvaviscos solo para las tres, era nuestro gran secreto, nuestro gran, dulce y “empachador” secreto. Después de tal banquete, subíamos nuevamente a la casa, como si nada hubiese pasado por nuestras bocas.


[Fotos -renixco-]

Son muchas las vivencias de esas bellas vacaciones que me alargaría en contar, por lo pronto, los dejo con el olor a campo, a tierra húmeda, a estrellas; con el calor de sus sembrados y de la gente buena; con el sabor de un café recién tostado y con la imagen de una casa de tejas semejante a las que dibujábamos de niños, adornada por una estela de humo que indicaba que entre sus paredes había un hogar cálido esperando siempre por ti.

5 comentarios:

  1. Cómo ha mejorado la presentación del blog. Las fotos están bien lindas.

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  2. Y las reminicencias que cada vez se pones mas buenas que ademas de las risas nos traen las lagrimas. Ahi es cuando el escritor se vuelve exitoso y te permite oler, escuchar y vivir a travez de su imaginacion. Mil gracias por eso!

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  3. Hola cunada,

    Estoy aprendiendo mucho de todos ustedes en tu pagina de blog, gracias. Espero que esten bien y que puedan estar aqui para pasar un tiempo con nosotros en Utah. El link de musica esta muy agradable. Les mando muchos besos y abrazos a toda la familia, chao.

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  4. AH Consaca el sitio de mis mas bellos recuerdo de mis vacaciones de agosto

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