El mes de agosto me deja un sabor extraño en el alma, confluyen en mí, una serie de sentimientos encontrados que no sabría en realidad como definirlos, por un lado está el recuerdo y la vivencia más hermosa que resultó ser la natalidad de mi hija y a la vez el dejo amargo a dolor y pérdida de mi hermana mayor, hasta ese entonces, ningún dolor era equiparable a la ausencia de Nena en mi vida. Como ya he narrado en otros relatos, mis hermanos se convirtieron en un regalo del creador en compensación a la madre que perdí con solo unos meses de nacida.
Una vez que mi hermana retornó a casa, nuestra familia volvió a nacer, y ahora con dos nuevos sobrinos mimados y consentidos como los que más, mi cuñado no permitía tan siquiera que se les frunciera el ceño, y mi hermana le secundaba en todo. De punta en blanco llevaba a sus “mocosos” a las reuniones de casa y en ese conjunto familiar se fueron criando, ésta vez la tercera generación de nuestra “estirpe”, ahora se sumaba a la algarabía acostumbrada de los hermanos, el alboroto y las risas de mis sobrinos que por fortuna atinaron a poseer la chispa y gracia característica de la familia, se podrán acaso imaginar todos hablando al tiempo (a veces dislates) y todos entendiéndonos; es una particularidad que pocos hallan coherente, sin embargo podemos tildarlo de prácticas para la agilidad mental tan propensa en nuestra familia.
Mi hermana mayor se convirtió en el lazo de unión familiar, era su oficina el lugar donde todos llegábamos a la hora del cafecito en la mañana y en la tarde y su casa el sitio obligado para tomarnos un traguito los fines de semana; muy puestecita nos esperaba y nos ofrecía algún “conchito” de licor que había guardado para la ocasión, ocasión que terminaba en música, baile y canto a las tantas de la madrugada, sus hijos (mis sobrinos) y su esposo, se convirtieron así en grandes anfitriones, compañeros de farra de mi hermana.
De gran belleza física y de alma, supo ganar un gran puesto entre sus amistades, tenía todo tipo de amigas y amigos de todas las edades, una madre para los amigos de sus hijos y una cómplice a la hora de darles gusto a sus “mocosos”. En los barrios de la ciudad que habitó, tan pronto acababa de llegar, encontraba siempre quien le hiciese los mandados además de las vecinas que le obsequiaban con alguna preparación especial.
Muchas de las reuniones a partir de entonces fueron en su casa, las empanadas, la juanesca, las fiestas de disfraces de octubre, todo lo organizaba ella con sus amor y sus manos mágicas que hacían posible la multiplicación de los panes y los peces a la hora de tocar a su puerta sin ser invitados. Pese a no ser de grandes recursos económicos nunca nos faltó un plato de comida cuando de improviso llegábamos a su cocina, nos convencía siempre a quedarnos con su dulces palabras muy de nuestra tierra… “no te vayas…quedáte otro ratico”, y nos acomodaba un plato con delicioso aroma a amor y cebada.
Cuando enfermó, un manto oscuro y triste cayó sobre nuestra familia, si antes con su regreso habíamos renacido, ésta vez, todos morimos un poco, su enfermedad no fue prolongada, pero fueron meses de dolor y angustia que cubrieron nuestras vidas; un cáncer, el mismo que se llevara a mi madre y mis tías esta vez reclamaba la vida de mi hermana, su salud y su vitalidad se fueron minando poco a poco sin poder hacer nada para rescatarla, no hubo quimioterapia ni tratamiento alguno que pudiera devolvernos la sonrisa de mi hermana, a la par que ella enfermaba y moría mi papá y mis otros hermanos fuimos perdiendo nuestras propias vidas…cuando ella partió, fue como si en su viaje se llevara tejido el delgado hilo que unía la vida de nuestra familia con la felicidad, nada ha vuelto a ser igual con su ausencia.
Nuevamente, un 10 de agosto, en el que debía celebrar el cumpleaños de mi hija, estaba llorando y lamentando la muerte de mi hermana Nena. El dolor y la felicidad, la risa y el llanto, la tristeza y la alegría Creo que una vez más (como bien me dijo alguna vez un amigo) concluyo que mi vida está llena de contrastes desde el principio y quizás hasta el fin…
Gracias Ana Julia, por regarlarnos y transmitirnos esa escencia tan sutil y unica en tus escritos que llegan al alma. Un abrazo. MDP
ResponderEliminarAna Julia, me leí todos los artículos de tu blog. Te cuento que, aunque son relatos de tus memorias, tienen varios escenarios y situaciones similares a los de mi propia historia y, seguramente, varios paisanos contemporáneos encuentren en ellos tales semejanzas. Tus relatos detonaron varios recuerdos agradables de mi infancia que yacían latentes en algún rincón de mi cerebro. Bien por esa, te felicito y gracias
ResponderEliminarFrancisco Benavides Camacho
Lamentamos tu perdida y encontramos en esta experiencia de vida a través de tu diario (blog) una profunda manera para articular a través del lenguaje diversos dolores y ausencias, que son hilos de una historia, hilos que nos enseñan cuan intenso es la influencia de nuestros seres queridos en nosotros, y máxime de aquellos que entregan más alla de cualquier cosa, lo mejor de sí a los demás, como era tu hermana. La importancia de seres así, mantiene familias unidas, a pesar de estos tiempos actuales, donde esos lazos se vuelven más y más volatiles. Paz en la memoría de Ella y mucha vida para ti y tus hijos.
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