Piedra Laja- Genoy Nariño

domingo, 24 de julio de 2011

¡! A VOLAR !¡

Al comenzar a soplar los vientos de verano y entradas las vacaciones escolares, en tanto planeaban una salida para no tenernos encerradas en casa haciendo estragos, mi papá nos compró unas hermosas cometas para mi hermanita y para mí, encargando la misión a mi hermano Jaime, de llevarnos muy temprano a probar el vuelo de colores que por aquellas épocas abundaban en el barrio y sus alrededores; lo que mi padre no se enteró es que mi hermano, convenciendo a un par de ingenuas niñas de que una cometa grande era mejor que dos pequeñas, el día anterior, desarmó nuestras coloridas ilusiones e hizo con sus restos una sola, eso sí, más grande, vistosa y con una larga cola que hacía gala de eficiencia y dirección para el vuelo, a nosotros no nos importó en tanto se obedecieran las órdenes de llevarnos a un potrero a elevar la inmensa cometa que mi hermano había fabricado para las chiquillas.



Algunos niños del barrio acompañaban a buscar un descampado cercano en el que los cables y conexiones de la tecnología no enredaran nuestros sueños en su vuelo, es obvio entender que era mi hermano el que hacía elevar la cometa y a nosotros nos embobaba con el envío de papelitos diciendo que eran telegramas para el viento y para el sol, se colocaba un papel en la cuerda y veíamos alborotadas como el bendito telegrama subía y subía hasta llegar a la cima, de todas formas era un gran solaz, corríamos apuradas tras el destino de la cometa, ayudando al viento a soplar para que no cayera.





La emoción de aquella aventura llenaba nuestros corazones de tal forma, que ya no importaba aquel insignificante detalle de tener una sola cometa para todos, además, siempre era divertido poder salir y disfrutar con mi hermano como si fuésemos un amigo más de la partida. En este punto quiero detenerme para contarles otro detalle que quizá antes ninguno de los hermanos lo tuvimos en cuenta, en casa todos teníamos un par para jugar o hasta para pelear y compartir. Mis dos hermanos mayores unían fuerzas para ser los invencibles, le seguían mis dos hermanas mayores, otros dos pares de hermanas y mi hermano en medio, él no tenía pareja, pero éste hecho no fue una limitante para su ingenio. Él quería un hermano para juegos y lo tendría, así que convenció a mi hermana, (la que le seguía en edad) la vistió de niño y la llamó Mario, y así la presentaba en la calle; por aquellas edades con el cabello cubierto por una gorra, y pantalones cortos, la más bella dama bien podía pasar por chiquillo, así fue como mi pobre hermana, de la mano de mi hermano disfrutó por algún tiempo de los placeres de los que gozaban los varones en sus juegos toscos y entretenidos. No recuerdo cuánto tiempo duraría esta farsa, de hecho, son historias que cuentan mis hermanos y que traigo a colación como datos presentes que hoy nos causan gracia a la hora de nuestras “muchas” reuniones familiares.





Cada viento de julio y agosto nos vuelve a reorganizar en familia pero ya no en parejas, ahora nos agrupa en un solo conjunto, un coctel de risas, algarabía a veces llanto y algo de “trascendentalidad” forman un bello cuadro en el que por los fragores del tiempo ya no nos acompañan algunos de sus más representativos miembros, pero a quienes llevamos vivos en el amor y en el recuerdo.

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