domingo, 13 de febrero de 2011
GRANDES HUELLAS
Hoy está lloviendo, y es como si cada gota trajera a mis recuerdos aquellos momentos de épocas pasadas de mi vida, las personas que marcaron de alguna forma mi destino y aficiones que permitieron trazar parte del camino a recorrer.
Una de mis grandes frustraciones se refiere a la música. Llegado el momento de escoger los estudios a seguir una vez terminada la secundaria, mi gran sueño era poder estudiar en un conservatorio. Pero mis ilusiones contravenían los deseos de mi padre de labrarme un futuro económicamente rentable, sumado a esta hecho, en mi ciudad no había universidad para estudiar música, por lo que mi deseo se convertía cada vez más en una quimera y se complicaba aun mas habida cuenta que en casa no iban a permitir que una de sus niñas estudiara fuera del seno materno, mi rebeldía no llegaba hasta el punto de desafiar a mis padres en cuanto a economía se refería; de tal forma que resignadamente entre a una carrera que mi papá creyó sería la más conveniente puesto que era la que a él le había dado tantas satisfacciones a nivel laboral y económico; sería entonces Contadora como mi padre.
Los primeros semestres fueron muy complicados para mi, entre otras cosas porque no perdía la esperanza de encontrar algo más acorde a mis gustos, por ello y para mi fortuna en la universidad de Nariño se creó para entonces una escuela de música que funcionaba en las tardes y en la noche; me adentre así en el mundo del engaño, la mentira y secretamente me matricule en mi amada música.
Fueron los días más hermosos de mi vida, no había concierto al que no asistiera, no había clase que faltara, no había música que no cantara, comencé a tomar clases de piano con Anita Josefa, guitarra popular con el maestro Pedro, gramatica musical con el maestro Fausto y nociones de historia musical con el profe Jose Guerrero, en fin, a dar mis primeros pasos en la labor que mas me gustaba.
Se gestaba un grupo coral de la Universidad a cargo del maestro Javier Fajardo gran músico, compositor y arreglista de mi región a quien caí en gracia y me recluto para su grupo, esto me permitió conocer a gente maravillosa, aprender sobre los músicos clásicos que mi papa nos enseño a gustar; teorías, notas, claves todo volaba en mi cabeza y me hacia soñar en ser una gran intérprete y una gran artista. Muchos personajes entraron a formar parte de mi actual círculo todos ellos inmejorables a nivel personal y profesional, entre otros tantos el director de música del área cultural del banco de la república el muy querido y apreciado Luis Pazos, a quien acompañaba tardes enteras a escuchar la mejor música del mundo, fue a través de él que aprendí a disfrutar de la que hoy es mi música predilecta: La Opera.
Mi habitación la empapelé de cuanto afiche de conciertos asistía y guardaba muy celosamente los programas de los conciertos autografiados. Fue mi época de oro, el maestro Javier Fajardo me hizo ver un mundo de posibilidades musicales a mí alrededor con él y el grupo que conformaba, tuve la oportunidad de viajar, salir, cantar y por sobre todo disfrutar. No tengo la certeza de que el “mesiè” como cariñosamente lo llamamos, se alcance a imaginar lo importante que fue para mi vida, él marcó una huella en mí, llena de ensoñación y fantasía, dejando atrás la cotidianidad mis días desde entonces siempre estaban en conexión con el arte. El por si solo representa aquella época en que podía sentarme a la mesa y saborear con todos mis sentidos los mejores platos musicales sin necesidad de trasladarme a Salzburgo donde sin empacho se dice que “todo sabe a Mozart”. Degustar de un aperitivo con Mahler, y quizá poder danzar como Isadora Duncan al ritmo de las melodías de Mendelson, inspirarme con Vivaldi, cenar con Chopin, deleitarme con Mussorgsky, Grieg…
Los ensayos con Javier eran fuera de lo común, entre risas, regaños y repeticiones lograba siempre extraer de nuestras almas la música que cada uno de nosotros llevamos dentro, así fue como el grupo “Ars Musicae” fue conocido en el ámbito musical de entonces, no solo con interpretaciones clásicas, espléndidos arreglos del maestro realizados magistralmente a obras regionales, lograban llegar a un gran público. No me canso de repetir que aquellos momentos de mi vida fueron memorables.
Como pueden ver, aquellos lazos que aderezan esa caja musical que es nuestra vida, unen nuestros corazones con personas especiales que han dejado una profunda huella que ni el tiempo ni el olvido permitirán borrar.
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