Piedra Laja- Genoy Nariño

sábado, 12 de junio de 2010

A MI PADRE

Hoy, al despertar, mi mente trajo a la vida el recuerdo de mi padre, en la mayoría de mis historias él ha estado presente, en este día desearía dedicarle mis notas y mis evocaciones expresamente a él.



Sabemos ya, que de alguna manera somos inmortales, pues nuestro espíritu trasciende diferentes dimensiones, no obstante, los hijos siempre pensamos que nuestros padres son físicamente eternos, y no es que no hayamos pensado en la muerte, lo que pasa, es que se tiene aquella creencia, que el “mundo queda muy lejos” y todas las cosas que se ven en las noticias sobre fallecimientos, enfermedades, guerras, dolor, accidentes, nunca nos tocaran de frente a la puerta.
Cuando lo vi en el hospital en la Unidad de Cuidados Intensivos, con ese bip, bip ensordecedor que daba cuenta de los latidos de su corazón, su rostro pálido acompañado de una sonrisa temerosa por el desasosiego que le causaba la sola idea de tener que dejarnos, aún en ese momento, pensé que un hombre como él, no se dejaría vencer ni por la muerte…me tomaba de la mano y me decía que ojalá se le diera una oportunidad más, para seguir siendo felices juntos. Fue la única vez que vi miedo reflejado en el semblante de mi “cusunguerito” (nombre cariñoso que le decía siendo niña), pero no era miedo a la muerte, era el temor de saberse quizá vulnerable a la vida. Jamás pensé que mi padre me pudiera faltar. De hecho, pensé que en realidad el “mundo quedaba muy, muy lejos”.


Para mí, fue el año de la fatalidad, seis meses antes, sufrimos la pérdida de mi hermana mayor y se sumó un hecho personal, que no viene a colación detallar, que hizo que mi hogar, el que me había tomado algunos buenos años formar y que suponía estable, se derrumbara ante mis ojos.
Pero bueno, la idea no era retratar mis propias angustias, ya que el protagonista de este relato sería mi padre. Para quienes no lo conocieron trataré de plasmar en palabras, la grandeza de un hombre como Leonel Patiño-González, un nombre del qué jactarse a la hora de los reconocimientos, refinado, trabajador, galante, estricto, intachable, un señor en todo el sentido de la palabra, era la carta de presentación en cualquier actividad de nuestra vida, a veces era un poco incómodo no depender de nuestra propia valía, porque al saber que éramos hijos de mi padre se abrían las puertas de par en par para darnos cabida, aún cuando ni nuestros nombres eran entonces importantes, orgullosamente levantábamos la cabeza por aquel estandarte que la vida nos otorgó. Pero así como nos llenábamos la boca al pronunciar su nombre, también fue un reto muy difícil en nuestro diario vivir, sobre todo porque él quiso de nosotros la excelencia, un gran inconveniente a la hora de las comparaciones con su brillante intelecto.

Si bien es cierto que algunos de mis hermanos tuvieron que vérselas con un papá estricto; no resten esfuerzo a mi lucha, pues fui la que se quedó sola en casa con él por más tiempo, de tal manera que su atención se volcó en mi educación, aunque resulté ser un hueso duro de roer, no renunció y logramos juntos terminar la carrera profesional que él escogió para mi, profesión que me permitió darle gran orgullo y satisfacción.

En esta ocasión no se puede decir que el alumno superó al maestro, era una situación muy complicada el siquiera intentarlo, y no porque él no quisiera, sino porque era una tarea muy difícil, mi papá sabía de todo cuanto le preguntaran y si no lo sabía, su inteligencia era tal, que nadie nunca se enteró de esas limitaciones, tenía la palabra oportuna, el consejo adecuado, como él mismo decía “yo soy del siglo veintiuno” cuando aún no soñábamos ni con pisar el tal siglo. Le gustaba disfrutar de las cosas buenas, no era de aquellos que guarda la mejor vajilla o el mejor cubierto para ocasiones especiales, todos los días eran especiales y según sus mismas palabras “si no me sirven un café en la mejor vajilla de la casa para mi…no la sirven para nadie”. De él aprendimos esa cierta arrogancia por nuestro apellido, por nuestras costumbres por nuestra tierra y nuestra comida, pero esa arrogancia dificultaba la aceptación de muchos de nuestros amigos por no ser de “rancio abolengo”; de niña y adolescente no tenía problemas con desobedecerle y añadir a la lista de mis enamorados uno que otro “plebeyo”, no sé si por llevarle la contraria o porque siguiendo mi corazón y mi destino andaba camino a la perdición de “mi estirpe”. Con el tiempo, en realidad me perdí por no saber a dónde pertenecer.
Son muchas las cosas que mi padre nos enseñó, pero por sobre todas las cosas el amor a la familia, el hizo denodados esfuerzos por consolidar la relación con su propia familia, aún cuando con sus hermanos los unía la gran aventura que fue su vida juntos, no logró bajo nuevas y mejores condiciones unirse en gran fraternidad con ellos, esa fue su gran frustración.



Mi papá tuvo muchos desatinos en la difícil crianza de nosotros sus hijos, al menos eso era lo que pensábamos cuando aún no éramos padres, gracias a esos desaciertos, hoy en este nuevo siglo, aplicamos las mismas palabras, los mismos gestos, los mismos dichos para educar a nuestros hijos. Bien decía mi papito que era un hombre del siglo veintiuno…

4 comentarios:

  1. HOLA ANA J. Gracias por compartir esas vivencias tuyas tan hermosas.Me sigue gustando tu manera de narrar.Espectacular lo que haces referencia a tu padre.Congratulaciones. Sigue adelante. Besos. GLORITA iVONNE.

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  2. Tienes razon... tu papito, fue un gran hombre, yo tuve la dicha de conocerlo y aprendí a quererlo y, lo admiraba muchisimo. Fue muy estricto, pero al mismo tiempo inspiraba mucha ternura... gracias por compartir conmigo tus recuerdos hermosos e imborrables.., es grato recordar a esas personas lindas que marcaron nuestras vidas y nos enseñaron lo importante que somos...y que tan alto podemos volar. El era de ideas nobles, brillantes, rectísimo en su actuar y pensar. Superagradable!!! muy culto. UN GRAN HOMBRE!!! sin duda alguna!!!

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  3. Impecable el escrito a tu padre, que orgulloso debe sentirse donde quiera que este.

    MDP

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  4. Estimada Ana Julia
    Felicito como siempre la prudencia, delicadeza y elegancia con la que puedes evocar recuerdos, y sentimientos de correpondecia a quien te lee. Gracias por dejar conocer el gran afecto que albergas por tu padre.

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