Piedra Laja- Genoy Nariño

sábado, 20 de febrero de 2010

FRESAS A LA RENIXCO

FRESAS A LA RENIXCO
Hoy, quiero acompañar mi relato con una deliciosa y calentita aromática de fresa, o si lo prefieren llamar a la preparación té de fresa, una de mis frutas preferidas, una vez que lo preparen, se sientan conmigo a leer lo que tengo que contarles; los ingredientes son sencillos: fresas, canela, clavo de olor, azúcar, agua y si desean un poquito de vino dulce. Se dice que la fresa (y la frambuesa) son de las pocas frutas que se pueden comer en las noches por aquello que las frutas para el organismo son, en la mañana oro, a medio día plata y en la noche, lata. Bueno, manos a la obra. Toman una porción de las fresas, las lavan (con abundante agua y un poco de bicarbonato, este ayuda a la desinfección de la fruta) le quitan las hojitas y la parten en rodajas pequeñas, las llevan al fuego con el vino, azúcar, clavo de olor y canela (los que no toman vino pueden agregar cualquier licor, es para realzar el sabor de la fruta, al final la porción de alcohol se reduce y evapora), deben estar pendientes porque cuando hierve puede rebosar el recipiente, en ese momento se reduce el fuego hasta que se convierta en un delicioso y aromático melado, (ojo! Que no necesitamos que se caramelice). Hecho este paso, reservamos y tomamos la otra porción de fresas, la licuamos con suficiente agua, cernimos y llevamos al fuego, no es necesario hervir demasiado. Preparemos la taza que nos va a acompañar en esta tarde, vertemos el agua de fresas calentita y la endulzamos con el melado que preparamos, así, nos queda una sencilla y nueva forma de degustar un té con trocitos de fruta dulce. Al calor de la preparación, vienen a mi memoria los sabores y aromas de los dulces en navidad, cómo eran de emocionantes las vísperas de estas fechas, mi papá mandaba a comprar toda clase de frutas frescas al mercado para los dulces y el maíz para el champus, todo se movilizaba en la casa, porque también se llevaba gallinas, que las amarraban al madero del molino del patio de la casa, al que yo no sé por qué razón llamábamos huerto, si era de cemento y nunca se sembró nada. De las gallinas nos encargábamos mi hermana menor y yo, y terminábamos encariñándonos con las benditas, liberándolas de su yugo y haciéndoles cama para que su corto peregrinar por estas tierras sea menos doloroso. Pero el final era el mismo, no éramos lo suficientemente valientes para presenciar el sacrificio, pero estábamos prestas al desplume, era todo como un ritual. Las empleadas se encargaban de literalmente “torcerles en cuello” a las desventuradas y con mis hermanos en medio de una gran cocina que adornaba nuestra casa paterna, cogíamos palco alrededor de un “platón” (plateado) en el que se ponían las gallinitas dando su última exhalación, era en ese momento cuando del fogón dos ollas de agua hirviendo bañaban el plumaje de las sacrificadas aves y se continuaba pluma a pluma hasta quedar “in-pudorosamente” peladas. Seguíamos minuciosamente todo el proceso y casi nos daba la medianoche. Cuando terminaba, todos abrazábamos la cobija que nos había servido de abrigo en la dura faena y subíamos a las habitaciones, bostezando y pensando en el rico pollo que nos esperaba al otro día. Lo de los dulces se los cuento en otra oportunidad, porque con tanta comida ya me dio hambrecita a ustedes no?

3 comentarios:

  1. Más que la fresa el relato de la gallina, me pareció muy rico. Lástima que haya que esperar hasta el otro día.

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  2. Prueba con la aromática y me cuentas cómo te va, así cuando la disfrutes te acordarás de mi y de mis relatos

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  3. Siempre estuve detras de esta receta y ahora le pertenece a todo el mundo! Me vino a la memoria el olor de la pelada de las tales gallinas, que divertido. Ahora no puedo esperar por la receta complicada del champus o del dulce de brevas. (Aunque la tenga donde me levanto las brevas aqui?) Gracias por tu relato

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