Piedra Laja- Genoy Nariño

domingo, 7 de febrero de 2010

Y DE LA MUSICA QUÉ!!!
Retomando mi relato, entré a estudiar, recuerdo que me compraron una gabardina hermosa con muchos bolsillos y gran cinturon, completando el ajuar de un invierno Londinense, una sombrilla rosada, ambas cosas eran más grandes que yo, sin embargo orgullosa y ansiosa como estaba, llegué al colegio y en medio de todos los niños, en la fila me sentí sola, y tan miedosa, que llorando corrí a los brazos de mi mami por supuesto, no quería quedarme, fue entonces que una "bellisima" profesora, de la cual aun tengo el rostro grabado en mi mente, me arrebato de los brazos de mi mamá y me tranquilizó, pero no me dejó en mi puesto, me tuvo en sus brazos todo el tiempo para que no llorara más; se llamaba Ana Lucia, estuvo dos días más conmigo y después ya nunca la volví a ver, creo que salió del colegio, o quizá fue un ángel que me acompañó hasta que me calmara. Al contrario de ella, mi directora de grupo era una maestra terrible, se llamaba Josefina y me castigaba mucho, de muy “malas pulgas” con todos, le temíamos más que al “mismísimo coco”, cuando la veía, me antojaba a las brujas de los cuentos que tanto disfrutaba leer, tenía uñas largas y afiladas, y al igual que la señorita Ana Lucía, su rostro, sus uñas y sus reglazos me acompañan hasta ahora en mis recuerdos. Debí ser muy inquieta para que ella se ensañara con mis pequeñas manitos
Pero no todo fue malo, pasé momentos muy bonitos también, sobre todo con la música, me llevaban a cantar a todo acto del colegio tanto de primaria como de bachillerato, amenizaba cuanto evento se daba en el colegio, me acompañaba siempre con su guitarra un dulce profesor, un hombre alto de rostro bondadoso vistiendo siempre un traje gris, nunca supe si era el mismo traje o es que tenía muchos trajes grises. El público grande o pequeño nunca fue un problema, creo que me acostumbré al público porque desde muy niña mi papá me llevaba a las reuniones de los clubes sociales a los que él pertenecía y yo hacía las delicias de los asociados y sus familias, el Maestro Jorge Villamil tenía en mí, a una de las mayores intérpretes de su tema “Los Guaduales”, que en ese entonces ya lo entonaba como se cantan los vallenatos de hoy en día “con sentimiento compadre” tal era la destreza infantil que podía combinar fácilmente la guabina (de los guaduales) y terminar cual cosaco bailando kasachok con inclinada y alzada de pierna. Al bailar, la sangre campesina ucraniana y rusa (me imagino que de algunos seres de mis vidas pasadas) se apoderaba de mi menudo cuerpo y entre aplausos y vivas, al terminar, corría sonriente a sentarme en las piernas de mi papá muy satisfecha por la labor cumplida. Bellos momentos vividos en un hogar muy hermoso, compartíamos mucho en familia aunque no les miento que cierto temor a mi papá hizo que mi espíritu aventurero se aplacara un poco. Mi padre, un hombre maravillosamente estricto, y cariñoso, implacable en sus castigos y decisiones, honesto, caballero, elegante, de una inteligencia superior a la normal, de ahí mi gran reto por no poder llenar sus expectativas de superación, él decía que con mi inteligencia yo no podía ser solo la mejor, sino la mejor entre las mejores. A veces pienso que lo decepcioné, siempre fuí buena en lo que hice, pero creo que nunca pude ser lo que él quería de mi, pese a ello siempre sentí su gran amor a mi lado. No he vuelto a conocer a un hombre como él. ¡Cómo lo extraño! Nunca fue ni mi amigo, ni mi confidente, ni tan siquiera mi hombre de confianza, pero fue un excelente padre, certero en sus conceptos y opiniones. Hoy por hoy, reconozco que los castigos de otrora, sus regaños, sus consejos y sermones, me formaron con un gran carácter, capaz de sobrevivirme y sobrevivir a la actual educación y formación de mi adorada hija…..

2 comentarios:

  1. Ana Julia, gracias por las sonrisas que nos arrancas y por las lagrimas tambien con tus relatos. Uno se siente vivo y que vivio.

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