sábado, 29 de mayo de 2010
MIS HERMANOS MAYORES
Lastimosamente, son muy pocos los recuerdos de infancia que llevo en mi memoria de la convivencia con mis hermanos mayores, sobretodo de los cuatro primeros, sé, que aparte del lazo familiar que los unía tenían entre ellos una gran amistad, los dos varones eran inseparables, de caracteres muy diferentes, se cuidaban entre ellos, pero era el menor el que llevaba la peor parte dado el temperamento “buscapleitero” de mi hermano mayor, de cuando en cuando llegaban a casa adornados con un espantoso morado en los ojos el que trataban de disimular con maquillaje de mujeres para evitar el correazo de mi papá, pasado el disgusto, volvían a la calle por mas. En realidad no recuerdo la historia de estos continuos pleitos callejeros de mis hermanos, pero intuyo, que el de los líos era el mayor, sintiéndose un solo hombre con mi otro hermano pensaba que podía desafiar al mundo entero, pero su mundo a veces se estrellaba con el puño de algún otro dueño del universo quien los enviaba a casa: rotas las narices y tapados los ojos; habría que sentarse a conversar con ellos de los detalles de estas peleas, porque nunca supimos lo que quedó de sus contrincantes.
Esta dupla invencible fue separada cuando mi hermano entró a estudiar la carrera militar, fue la mejor opción que pudo encontrar mi padre para aplacar un poco al díscolo muchacho y encontrar además motivos de orgullo para jactarse de quien todos los demás sabemos calladamente que fue el preferido de mi papá. A mí, me encantaba que nos visite, entre otra cosas, (y no quiero parecer interesada), porque de su reluciente uniforme sacaba una moneda de “un peso” y me la regalaba cuando yo salía para el colegio, ese era entonces un gran capital ya que mis bolsillos recibían el diario de veinte centavos, los que hasta tercero de primaria me alcanzaba para comprar las melcochas de papeles de colores donde las vecinas a las que llamábamos las “largas” y quedaba para los “lises” congelados donde la “clara”, pues había que refrescarse, así que el bendito peso me permitiría darme un gran banquete a la hora del recreo y llevar además un cartuchito de “mortiños” que vendía una viejita en un canasto cerca al barrio.
Como todo hogar que se respete debería tener un hombre mayor en casa, esa fue la labor y en eso se convirtió el que quedó; un buen tipo siempre fue mi hermano, un poco malgeniado, pero calmado, era él quien nos defendía en casa en ausencia de mi papá. Como aquella vez, en la que un ratón quiso entrar a nuestra cocina; de un brinco tomó una batuta, se subió al mesón y llamó a gritos a mi hermano, (menor que él y de quien sí tengo muchos recuerdos que ya les contaré) valientemente le entregó una escoba y desde la mesa dirigía la cacería, cuidándose de que el roedor en cuestión no vaya a subirse a por él. Todos sabemos que para cazar un ratón es más que necesaria la dirección… ¡por ahí! ¡A la derecha! ¡A la izquierda! ¡Cuidado se escapa!, en fin, después de tal acto de valentía comprendimos cuán necesario es un hombre en casa.
Sé que así mismo fueron las dos mujeres mayores, muy unidas, muy amigas, la una muy alocada y la otra por el contrario el polo a tierra. El matrimonio de la mayor (muy muy joven) hizo que saliera muy pronto de casa hecho que no me permite narrar vivencias personales de infancia en su compañía, su posterior separación y la inclusión de mi hermosa sobrina me dio la oportunidad de convertirme para ellas (mi hermana menor y mi sobrina) en la mayor; labor que yo cumplía a cabalidad, mandando, desmandando y haciendo con ellas lo que mis hermanas habían hecho también conmigo “la niña de los recados”. La “Lyne” como todos le decíamos estuvo muy poco tiempo con nosotros; tanto mi hermana mayor como la niña, salieron nuevamente de casa y durante muchísimo tiempo no volvimos saber de ellas. Por otro lado, la que le seguía en la cola, también se casó al terminar sus estudios y para ser sincera con ustedes, a mí me parece que siempre ha estado casada, de hecho en las fotos familiares, el “Gudiño” nunca faltó.
La fortuna que nos ha brindado la edad y el tiempo, es la posibilidad de reunirnos todos, ya mayores de edad, cada uno con historias propias, con vidas, con hogares, con hijos y nietos para compartir y disfrutar nuevamente de una gran familia amorosa, unida y en busca de la felicidad.
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Querida Hermana he leido algunos de tus relatos y me han parecido fabulosos. Te felicito de manera especial y a la vez te reitero mi admiración y orgullo de saber que tengo una hermana con vena de escritora. Continúa con esos hermosos recuerdos de nuestra vida porque nos redimes y nos permites una resignificación de los acontecimientos cotidianos de aquellos tiempos y nos alegra y cura el alma. Muñeca
ResponderEliminarAmiga, siempre es grato leer y compartir un poquito de sus vivencias. No se canse de hacerlo porque es un relax para el espíritu. Un beso grande.
ResponderEliminarDora