¡¡¡ A JUGAAAAR !!!
Qué bella, tranquila y buena es la infancia, me doy cuenta que por aquellas épocas no había distinción de clases, ni económicas, ni sociales, simplemente éramos niños jugando. Nuestros más puros y nobles sentimientos los dedicábamos al pensamiento, y por aquel entonces esos pensamientos tenían un solo horizonte, “jugar”. Cuando llegaba el fin de semana, nuestro afán era el desocuparnos rápidamente de la comida para salir con nuestros amiguitos, todo el barrio se llenaba de niños de todas las edades y condiciones sociales: el hijo de la señora de la tiendita, los hijos del celador, el hijo de los señores que repartían la leche, en fin, un “heterogéneo grupo de homogeneidad infantil”. Salíamos con el último bocado aún sin digerir al escuchar el SI de mi papá (una vez que entre miradas con mi mami de habían puesto de acuerdo), respondiendo al que en turno le tocaba pedir el permiso; de la misma manera en la que llamaban a la puerta por nosotros, así también, corríamos de casa en casa a por nuestros compinches; después de reunir un gran número de amigos, decidíamos la labor de la noche, en ocasiones con la ayuda de los grandes saltábamos a la cuerda, era una soga gruesa y mágica que atravesaba la calle y nos permitía ver el futuro… ”monja…, viuda…, soltera…., casada…., divorciada”, no recuerdo cuál estado de estos correspondía al castigo, quizá por las condiciones católicas por herencia adquiridas en toda la comunidad, el premio sería para la monja y el castigo correspondería a la divorciada, la que tenía que tomar un extremo de la cuerda y dale a “batir” como se le decía entonces, hasta cuando cansados de ver un “futuro tan prometedor”, optábamos por jugar al “congel”, supongo que fuera el apócope de congelado, o al ponchado (algo parecido al mal llamado beisbol), al tope (los más refinados hoy le llaman “lleva”) y a pedir “tapo” cuando estábamos agotados de correr (hoy conocido y pronunciado como “taim”). Entre gritos y alegatos con el “ajuntador y el desajuntador”, la noche se hacía excesivamente corta aunque muy productiva, sobretodo porque antes de terminar la jornada hacíamos competencias con los mas avezados del grupo, por lo general eran los niños (y por supuesto yo, al mando) de ir hacia las tapias, donde crecía la hierba más larga y levantarla para coger sapos, sin escrúpulo alguno los reuníamos en nuestras camisetas y luego, habríamos un hoyo muy profundo en los montones de arena que servían para las construcciones aledañas y los metíamos, el que más sapos capturaba era el vencedor. En realidad lo que siempre esperábamos calladamente era que los batracios éstos, permanecieran toda la noche encerrados en el túnel que habíamos fabricado para ellos y tener la satisfacción de darles libertad al otro día. No entendíamos por qué a la mañana siguiente, habían huido los muy cobardes, sin dejar ni el más mínimo rastro de haber compartido el juego con nosotros… qué ingratos son a veces los amigos… Es extraño que en estos tiempos le tema a los bichos, toda clase de bichos…lastimosamente al aumentar el tiempo de llegar al final, mas temerosos nos volvemos, lo bueno e importante es poder guardar en la memoria estos momentos que por ser tan simples…son hermosos.
Amiguita linda..., definitivamente tienes una memoria.... sorprendente!!! Me encantas!!!
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