Piedra Laja- Genoy Nariño

sábado, 15 de mayo de 2010

MADRE NO SOLO HAY UNA


A quienes les vendieron aquella idea de que madre solo hay una, no conocieron mi historia, al igual que desconocemos la existencia de muchas otras similares que desmitifican esta tan mencionada frase.


Comenzaré por contarles que mi nacimiento, se debatió entre sentimientos encontrados, pues cuentan que en el cuerpo de mi madre no era la única inquilina cuando me llevaba en su vientre, un cáncer ya había tomado posesión del sagrado recinto el que tiempo atrás fuera albergue de mis otros siete hermanos (anteriores a mi), enfermedad que aparte de sumir en el dolor a mi papá y a toda la familia, también consumió la economía del hogar; pues se decía, que mi padre no escatimó esfuerzos para curar su enfermedad. Pero todo ello fue en vano, a los seis meses de mi venida al mundo, mi madre falleció; por obvias razones, no podría contarles nada mas de ella (a nivel de vivencias personales) excepto las historias que mis hermanos mayores cuentan, porque los dos últimos por ser tan pequeños aún, tienen una vaga imagen de lo que fuera la primera de las madres que acompañaron nuestro crecimiento;
una mujer buena, dedicada a su hogar, a sus hijos, abnegada esposa, de cabellos oscuros, grandes ojos de una mirada profunda y bondadosa, de complexión delgada y elegante, imagino yo, que debió ser muy sonriente, nunca me lo han dicho, pero llevo una imagen gravada en mi imaginación de una mamá con una sonrisa que siempre está cuidando de mi, ya que en vida no lo pudo hacer.

Como nací tan menuda y “debilucha”, la parentela le brindó su apoyo a mi padre, queriendo hacerse cargo de mí, y ofrecieron también encargarse de mis otros hermanos. Sin embargo y pese a la situación tan complicada, agradeció su ayuda pero no nos separó a ninguno de nosotros; para nuestra fortuna, algunos de los familiares más cercanos (hasta una tía política), colaboraron en esta ardua labor, ya que mi padre tendría que trabajar muy duro para mantener la casa y gente que cuidara de ella. Como podrán ver aquí ya se pierde la cuenta de cuantas otras madres participaron en nuestra formación.
Se me dijo que de bebé lloraba mucho, y que no me alimentaba bien, que fui cuidada por mis hermanas y dos criadas además de mi papá, quien a pesar del gran trabajo que le costaba mantener a 8 hijos sin una madre, llegaba a casa y aun cansado me tomaba en sus brazos y me daba mi tetero, decía mi padre que al verme tan pequeñita y tan indefensa se le asemejaba a un renacuajo, desde entonces fui el “renacuajito de papa”.
Después de algunos años, mi padre contrajo nuevas nupcias y trajo a casa, la que desde ese momento sería “mi mami”, una mujer alta, de porte señorial y con la que yo andaba como pollo con mamá gallina, mi mami siempre me llevaba con ella, debido a su cargo en la empresa en la que trabajaba, tenía que viajar mucho dentro de nuestro territorio nariñense y por supuesto, la niña estaba desde muy temprano, lista para salir con ella; como en tantas otras ocasiones, una media pastilla de “mareol” y ¡a los pueblos con mi mami!




Pero además de ella entraron a nuestra familia mis nuevos abuelitos y se sumaron los tíos a la lista de familiares (nunca conocí a mis otros abuelos o quizá no los recuerdo). Me encantaba ir donde mi abuelita Josefina, una mujer estricta pero muy buena conmigo, cuando llegaba a su casa me dejaba poner sus zapatos y disfrazarme con su ropa, jugar era mi único objetivo, y ella amorosa y pacientemente jugaba conmigo. Mientras hacia el almuerzo, abría una ventana que daba a la cocina, comprando y vendiendo ilusiones, jugaba a las tienditas para mi distracción. Me hacia unas comidas que solo las abuelas pueden hacer y me la servía en un plato especial, la única que yo degustaba con avidez, ya que desde pequeña fui de muy mal comer; ella se inventaba miles de maniobras con los platos para que yo comiera: muñecas de pan, empanadas de horno, arroz con leche en mis ollas de juguete, en fin, de esa otra madre, solo tengo recuerdos bellos y amorosos.

Otra de las madres que también hizo mi historia, fue una de mis hermanas mayores, a medida que fui avanzando en edad, y ya que no podía andar a las faldas de mi mami, era mi hermana la que se encargaba de cuidarme, dicen que es, a la que más me parezco físicamente. Como yo era tan endiabladamente inquieta requería el cuidado de una persona mayor que se hiciera responsable por mis actos, muchas canas creo que le saque a la pobre, por ello debió ser que su temperamento en ese entonces era tan recio, cuando la veían venir mis amigos, literalmente salían corriendo, porque con solo una mirada suya parecía que el castigo del fuego eterno se les abalanzaría. Hoy recuerdo con gracia el miedo que nos causaba mi hermana y me enternece la calidad humana de mujer que guarda en su corazón y que siempre está dispuesta a ofrecer a los demás.


A falta de una madre, el universo me compensó con el amor, el cuidado y el calor de muchas madres y todas sus enseñanzas me han servido para dar lo mejor de mí, en el cuidado de mi amada hija, quien hace trece años me otorgó el papel más difícil, más comprometido y más bello del mundo, el titulo de SU MAMI.

1 comentario:

  1. interesante el recuerdo de tantas mujeres que cumplen el papel de madres sin pedir nada de retribución a cambio. Estoy de acuerdo en las remenbranzas que haces de nuestra mamacita y nuestra mami, las que complementaron nuestro crecer y formación en las diferentes etapas de nuestras vidas. Igual para nuestras hernmanas que de alguna manera cumplieron su tarea en nuestra formación, besos, op

    ResponderEliminar